Ojos de niña en la boda

 Me puse los ojos de un niño y me fui a la boda. A ras de los pétalos esparcidos, al nivel donde se escucha nítidamente el siseo de los encajes y velos, donde las reglas del juego son las de una inmensa casa de muñecas. Me fui a pellizcar el pastel y vi los rostros extraños, el disfrazado argumento de una monarquía en miniatura, los cien pares de zapatillas de plástico intentando ser la zapatilla de cristal. Todas princesas, todos batracios saltando y disputándose el beso de la transformación.











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